Todos los que entran en un circuito con su moto tienen que enfrentarse en algún momento al desafío de trazar una chicane. A algunos se les atraganta un poco, al protagonista del vídeo se le atraganta mucho…
Quien nunca ha rodado en una pista de carreras puede que no comprenda la complejidad. Para muchos sólo se trata de dar vueltas para volver al mismo sitio. Pero la realidad es completamente diferente y detrás de cada curva hay todo un desafío. Si trazar una curva normal es mucho más que frenar, tumbar la moto y acelerar, trazar una chicane es todavía más complejo. ¿Por qué? Muy sencillo, para trazar bien una chicane hay tener en cuenta la primera, pero también la segunda curva.
Técnicamente, una chicane son dos curvas enlazadas. Se comenzaron a emplear para disminuir la velocidad en los circuitos que tenían largas rectas. A día de hoy se ven menos chicanes «puras» y nos encontramos más curvas enlazadas. Aún así, en el vídeo que podemos ver a continuación vemos una de las originarias. Con esta chicane hay que reducir tanto la velocidad que al final de recta no se llega tan rápido. Circuitos como Imola o Monza siguen contando a día de hoy con variantes de este estilo.
Trazar una chicane no tiene grandes secretos, pero el principal es el de sacrificar la primera curva. ¿Qué es sacrificar? Pues frenar un poco más para poder acercarnos al ápice lo más posible y poder hacer el cambio de dirección rápido. A partir del cambio de dirección es cuando se vuelve a dar gas, así que cuanto más rápido más décimas arañaremos al crono. Lo que jamás hay que hacer es apurar en exceso la frenada. Tampoco debemos cerrarnos demasiado en la primera curva, ni hacerlo pronto. Si hacemos eso nos «comeremos» la siguiente curva y seremos más lentos. Eso sí, si a una frenada excesiva le sumamos una mala trazada, tenemos un claro ejemplo de lo que no debemos hacer.